Entre 1955 y 1958 el ascenso de Elvis es imparable: es un mito, un ídolo que rinde buenos réditos; cualquiera de sus canciones, que no se atienen a un estilo único o definido, logra ventas millonarias y gana la devoción de millones de personas, dentro y fuera de su país. Las canciones, la histeria colectiva de sus seguidores en los conciertos y, en consecuencia, la comercialidad, le abren las puertas del cine. Películas como El barrio contra mí (1958, de Michael Curtiz) o La estrella de fuego (1960, de Don Siegel) se convierten en un medio privilegiado para gozar del magnetismo espasmódico del que ya empieza a ser llamado el ‘Rey del Rock’, en perjuicio no sólo de Chuck Berry, Bill Haley, Jerry Lee Lewis, Roy Orbison, Cash y Perkins, sino de talentos que se incorporan a los insólitos ritmos frenéticos y juveniles de estos años, como Buddy Holly, Gene Vincent, Eddie Cochran, Ritchie Valens, Johnny Burnette, entre muchos otros. Elvis no es sólo una voz ni una capacidad para enloquecer al público mediante sus atrevidos movimientos (se prohibió emitirlos por televisión) y temas tan dulces o sinuosos como “Love me Tender”, “Teddy Bear”, “Hound Dog”, “Jailhouse Rock” y “King Creole”: es una imagen, el remozado símbolo de la juventud, el carisma de la “Gran América”, pero no por ello puede dejar de cumplir con la patria como soldado.
Es en 1958 cuando Elvis se incorpora al ejército, para volver a su país dos años después y codearse con mitos de otras generaciones e integrarse en la sociedad de las grandes estrellas: Frank Sinatra, Ann Margret, James Brown, Ed Sullivan y multitud de personalidades estadounidenses le trataban como a un igual. A partir de entonces se plegará, coincidiendo con un reblandecimiento de las líneas maestras del rock, en una dinámica por la que habrá de rodar tres películas al año y grabar algunos discos en tanto espacia cada vez más sus actuaciones en público. Instalado en su mansión de Memphis, Graceland, dará sus conciertos en Las Vegas.
Habrán de transcurrir 10 años para que se produzca su reaparición pública, con la grabación de “In the Ghetto”, que le vuelve a situar en el primer puesto de las listas de éxitos. Paralelamente, en el panorama del rock se han sucedido fenómenos trascendentales hacia los que el Rey se muestra ajeno, por la comodidad de su situación de héroe popular indiscutido, crooner (cantante melódico-romántico) ocasional y nostálgico de las melodías religiosas de su infancia: la eclosión de la música de la década de 1960. La aparición de Bob Dylan, The Beatles, Van Morrison, The Who, The Band, The Rolling Stones, The Kinks, Yardbirds, por ejemplo, no reflejarán su influencia más allá de un reconocimiento de carácter generacional, pues según repetida expresión de la época, 'todos habían crecido con Elvis'. Tras brindar su apoyo a la dura política internacional de Richard Nixon, presidente de Estados Unidos, y prestarse a colaborar como agente federal en la lucha contra el tráfico de drogas en su país —pidió armas y placa al presidente en persona, tras ser desestimada su propuesta por el FBI— la decadencia de Elvis Presley fue imparable. Consumido por su adicción a los fármacos y al alcohol, vencido por el insomnio y las depresiones, sucumbió en la madrugada del 16 al 17 de agosto de 1977 en su finca de Graceland.
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